Es importante que los padres conozcan que cualquiera de nosotros podemos tener un hijo con hipoacusia, ya que ésta puede aparecer en cualquier momento, y no solo por razones hereditarias.

Sabemos bien que la crianza de un hijo con hipoacusia genera mucha preocupación en los padres, sobre todo al inicio, cuando se les comunica que su hijo tiene un problema de audición. 

La preocupación es comprensible debido a que la pérdida de audición, sobre todo si es grave, interfiere en el proceso de adquisición del lenguaje. Una capacidad que está totalmente relacionada con el pensamiento y con otros procesos cognitivos.

Es importante diferenciar entre sordera e hipoacusia, aunque ambas se engloban dentro del concepto de discapacidad auditiva, tienen una gran diferencia. 

La hipoacusia consiste en la disminución de la sensibilidad o capacidad de audición que afecta a los oídos. La complejidad de este trastorno es que es relativamente común, puede tener lugar por diferentes motivos, presentarse en diferentes grados y puede empezar en cualquier etapa de la vida.

Para entender cómo puede diagnosticarse y cuál es el tratamiento adecuado, es necesario conocer el funcionamiento de la audición.

En cuanto a los tipos, pueden ser tres:

Neurosensorial: el problema reside en los órganos del oído interno, vinculados directamente al sistema nervioso.

Conductiva: la lesión se encuentra en el oído externo o en el oído medio, lo que impide detectar sonidos que provienen del exterior.

Mixta: el problema se encuentra tanto en los órganos conductivos como en el sistema neurosensorial.

En la escala de los grados se encuentran los siguientes:

  • Hipoacusia leve cuando al paciente le cuesta entender el habla en espacios ruidosos.
  • Moderada cuando es difícil entender el habla sin una prótesis auditiva.
  • Severa o profunda cuando el paciente necesitará prótesis auditivas.

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