Durante el desarrollo psicomotor del niño, el control voluntario de esfínteres es parte fundamental de su crecimiento.
Por la relevancia social, porque su retraso o regresión puede ocasionar problemas clínicos en el área personal, familiar e incluso social.
En el niño pequeño, las micciones son involuntarias, con vaciados vesicales incompletos. Durante el primer año de vida, la vejiga se vacía mediante el arco reflejo parasimpático medular, sin intervenir en el control cortical.
En la mayoría de los niños, el control voluntario de la micción se va desarrollando entre los 18 meses y los 3 años.
La continencia se alcanza cuando el niño es capaz de lograr la contracción voluntaria del esfínter externo de la uretra.
Mientras que el detrusor, que no está sometido a ninguna supresión cortical, se contrae de forma involuntaria.
En la mayoría de los casos, la secuencia en la adquisición del control voluntario de los esfínteres se inicia con el control intestinal durante el sueño, seguido del control fecal en las horas de vigilia, posteriormente el control diurno de la orina y al final el nocturno.
Muchos niños adquieren el control intestinal y vesical de manera simultánea. Existen variaciones interindividuales e interculturales, donde influyen factores educacionales, familiares, sociales, psicológicos y hereditarios.
La continencia urinaria nocturna es la más difícil de conseguir, solo se logra en 26% de los niños a los 18 meses de vida. A los 3 años, 75% de los varones y 80% de las niñas permanecen secos durante la noche.
Pero si a los 5 años no tiene aún un control urinario nocturno se diagnostica enuresis, que sucede en el 15-20% de la población en general.
En cuanto a la continencia fecal no debe sobrepasar los 4 años, si ésta se prolonga se diagnostica encopresis y puede originar graves problemas sociales, familiares y psicológicos. En la mayoría de los casos secundaria a estreñimiento.
Para alcanzar el control de esfínteres se requiere la adecuada adquisición de los hitos del desarrollo: que el niño camine, comprenda y se exprese verbalmente; que tenga un buen nivel de maduración afectiva, con desarrollo de tendencias anales y uretrales, y que cuente con una familia preparada para guiar el proceso de entrenamiento.
Para el inicio del entrenamiento para el control de esfínteres se distinguen tres etapas:
1. El niño es capaz de percibir que ha orinado o evacuado y es capaz de transmitirlo a sus padres.
2. Percibe la sensación de evacuar y la transmite en los momentos previos o durante el acto, pero es incapaz de retenerla.
3. Puede retener o decidir la expulsión de heces y orina.
Uno de los métodos más usados para el control de esfínteres es el del horario: el niño comienza a usar la bacinica o retrete y a sentarse en ella completamente vestido, utilizando ropa cómoda; después práctica bajarse la ropa interior, durante 5 o 10 minutos y vuelve a vestirse.
Se le explica varias veces y ya establecido este entrenamiento, la madre trata de anticipar la necesidad de evacuación del niño y reforzar de forma positiva para conseguir una evacuación exitosa.
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